jueves, 30 de septiembre de 2010

HISTORIA

A mediados de los años cuarenta, la preocupación pública por la ciencia se centró, de manera bastante comprensible, en el campo de la física, que acababa de producir maravillas tecnológicas tales como la televisión, el radar, los proyectiles supersónicos y, desde luego, la bomba atómica.
Sin embargo, lejos de la atención de la gente y en una disciplina científica diferente, se preparaban acontecimientos igualmente trascendentales. En la ciudad de México, un reducido plantel de químicos y bioquímicos estudiaba un grupo de sustancias químicas denominadas hormonas esteroides, segregadas en cantidades mínimas por ciertas glándulas humanas. En menos de 15 años (hacia 1960) su labor daría como resultado la aparición de un simple comprimido farmacéutico que causaría un profundo impacto en nuestros valores morales, sociales y culturales, en el estado de la condición humana y en la calidad de vida del individuo.
Los esteroides propiamente dichos se conocían desde tiempo atrás. Estaban clasificados en dos grandes grupos: las hormonas sexuales, que controlaban el sistema reproductor de ambos sexos, y los andrenocorticosteroides, que regulaban el metabolismo orgánico. Existen hormonas sexuales de tres tipos: androgenos (hormonas masculinas), estrogenos (hormonas femeninas) y progestinas. La progesterona u hormona de la gestación, es la progestina dominante.
Cuando los investigadores exploraban las propiedades de las hormonas se suscitaron apasionantes conjeturas: si la progesterona era necesaria para el embarazo ¿se podrían impedir los abortos habituales con inyecciones de progesterona?, si los estrogenos eran necesarios para la regularidad del ciclo menstrual, ¿podrían dosis suplementarias detener los trastornos menstruales?, y si la fatídica enfermedad de Addison estaba provocada por una deficiencia de hormona adrenocortical, ¿podría salvarse a cuantos la padecen administrándoles un duplicado de la hormona natural producido en laboratorio?.
Con el tiempo todas estas preguntas recibieron respuestas, y todas ellas fueron afirmativas. Sin embargo, la disponibilidad de hormonas para usos terapéuticos era limitada. Es extraía de la orina de yeguas preñadas, de testículos de toro y de los ovarios de hembras de cerdo. La síntesis era difícil y los precios elevados: un solo gramo se vendía en 100 dólares. Se iniciaba una ávida carrera para descubrir una fuente de esteroides abundantemente barata.
Uno de los comprometidos en esta búsqueda era Russell E. Marker, excéntrico genio al servicio de la Universidad Estatal de Pensilvania. Tras perfeccionar un método eficaz para convertir en progesterona ciertos derivados vegetales denominados sapogeninas, emprendió la búsqueda de una planta rica en esta sustancia, para lo que examinó 400 especies procedentes del sudoeste de estados Unidos y de México. Al cabo de dos años abandono la universidad e instaló su laboratorio en un antiguo cobertizo de alfarero de la ciudad de México. En la jungla meridional del país encontró una especia de ñame silvestre, la "cabeza de negro", que cumplía los requisitos. En el transcurso de dos meses, Marker produjo 2,000 gramos de progesterona (volumen jamas conocido hasta entonces) y creó una empresa mercantil llamada Syntex, S.a. Antes de dos años, Marker abandonó la empresa por desavenencia con sus socios, llevándose los secretos del proceso. Formó otra compañía en México, pero cada vez se mostraba más huraño, hasta que en 1949, desapareció totalmente del campo de la química orgánica. Entre tanto, Syntex había contratado a George Rosenkranz, químico formado en Suiza, que pronto descubrió el Método de Marker y en 1948, la empresa vendía todas las hormonas naturales consideradas entonces de valor médico.
En la primavera de 1949, dos científicos de la Clínica Mayo de Minnesota, Edward C. Kendall, y Philip S. Hench, formularon un sensacional anuncio: un esteroide, al que se denominó E-Kendall se conoció pronto en todo el mundo como la milagrosa cortisona.
La producción de cortisona era insignificante comparada con el número de artríticos existentes en todo el mundo, lo que desencadeno otra reñida carrera. Cuatro grupos de investigadores resolvieron el problema utilizando progesterona (a 48 centavos de dolar el gramo) como materia prima para producir gran parte de la necesaria cortisona. Se abrió entonces una perspectiva completamente nueva en la investigación de los esteroides, y los científicos empezaron a sintetizar derivados de los esteroides a un ritmo asombroso. A comienzos de 1951, un equipo de la Syntex sintetizó una nueva progestina a la que se denominó norethindrone. Un año más tarde, un grupo de investigadores de D.G. Searle & Co. producía un compuesto ligeramente distinto: el norethynodrel. Sometidas a pruebas, ambas drogas demostraron una potencia biológica desconocida anteriormente. Se había alcanzado el nivel tecnológico preciso para producir un anticonceptivo oral.
Quedaba por dar el último paso gigantesco antes de ver convertido en realidad el control de la natalidad: el análisis exhaustivo de los nuevos compuestos. En este punto entra en escena la feminista Margaret Sanger, acérrima defensora del derecho de toda mujer a planificar el tamaño de su familia, y empeñada en eliminar los obstáculos legales que impedían divulgar lo relacionado por la anticoncepción.
En 1951, Margaret Sanger se reunió con Gregory Pincus, biólogo especializado en reproducción, y que buscase el método más eficaz posible para controlar la natalidad. Pincus se interesaba ya por las aplicaciones clínicas de la progesterona, y en unión de C.M. Chang y otros colegas emprendió los estudios de laboratorio necesarios. En otoño de 1956 comenzó la experimentación clínica en una zona habitada en las afueras de San Juan de Puerto Rico. Las pruebas se llevaron a cabo con la ayuda del doctor John Rock, ginecólogo, y de Celso Ramón García, y estuvieron fincadas por las adineradas amistades de Margaret Sanger
A finales de 1959, las observaciones efectuadas en más de 1,200 mujeres mostraba que el norethynodrel de Searle era un eficaz anticonceptivo oral. Sin embargo comercializar semejante píldora era un asunto muy delicado. ¿Como reaccionaría el público? En este punto el doctor Rock., miembro destacado de la comunidad católica de Boston, brindó la tranquilidad necesaria. Searle dio el paso decisivo y, en 1960 el norethynordrel se puso a la venta con el nombre comercial de Enovid.
Aunque pronto se adujeron objeciones serias sobre los efectos a largo plazo del nuevo anticonceptivo, la mayoría de las mujeres (y gran número de sus médicos) lo aceptaron entusiasmadas. En los años setenta, la píldora la utilizaban entre 20 y 30 millones de mujeres en todo el mundo. En los países desarrollados se ha convertido en el procedimiento más generalizado de anticoncepción. En los países pobres ha tenido menos impacto, por ser relativamente cara, y sólo la utilizan el 4% aproximadamente de las parejas.

Isaac Peral fue un marino e inventor español (Cartagena 1851-Berlín, 1985). Continuó los estudios de Monturiol sobre navegación Submarina y diseñó un submarino propulsado por un motor eléctrico. Un submarino es un buque de guerra capaz de navegar en la superficie del mar o sumergido; es un buque de mayor o menor flotabilidad, lo cual puede anularse para llegar a la inversión.

King Camp Gillette, empresario estadounidense, patenta una navaja de afeitar cambiable. La clave de la misma es una hoja de acero muy fina y precio asequible. El nuevo útil que pretende facilitar la tarea del afeitado, nace entre dudas de su aceptación por parte del público. Con el tiempo el apellido del creador sería sinónimo de esta actividad.

En una pequeña localidad de Carolina del Norte (estados unidos) un farmacéutico llamado Caleb Bradham crea un jarabe con nuez de cola y vainilla al que bautiza con el nombre de “Pepsi-Cola”. Tal es la aceptación de la nueva bebida que un año mas tarde, en junio de 1903, decide inscribirla como marca registrada y venderla en las tiendas de refrescos.

El médico norteamericano Philip Drinker diseña, utilizando piezas de un aspirador, un aparato capaz de asistir la respiración de enfermos con problemas en los pulmones. El invento bautizado con el nombre de Pulmón de Acero, se convertirá durante varias décadas en uno de los remedios básicos para los pacientes de polio.

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